¡EÓLICAS FUERA!
¿Es la energía eólica un sustituto a los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón)? Y por tanto, ¿contribuye ésta a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero?
NO. Primero decir que la producción de energía eólica depende de la economía de los combustibles fósiles. En efecto, sólo gracias a éstos se puede fabricar las ligas especiales necesarias para construir las turbinas, poner en marcha las fabricas que las producen en masa, así que sus piezas de repuesto, alimentar a toda la maquinaria pesada que se necesita para la instalación de los molinos (bulldozer, camiones, excavadoras, etc.).
Segundo, el rendimiento energético de las eólicas es mucho menor que el de las centrales térmicas: alrededor, siendo optimistas, del 20%. ¿Qué significa eso? Sencillo: si la capacidad instalada de un parque es de 100 MW, éste producirá 100 MW cuando el viento es óptimo, pero, a lo largo del año, el rendimiento promedio será de 20 MW.
Por esa irregularidad, la producción de electricidad en un parque eólico depende de la red eléctrica que actúa como almacén regulador para permitir el equilibrio entre la oferta y la demanda de electricidad. Lo que significa que para respaldar los altibajos de las eólicas y así asegurar la estabilidad de la Red y evitar apagones, las centrales convencionales funcionan en modo de bajo rendimiento de manera que puedan subir su producción en cualquier momento. Es decir: cuanto más parques eólicos, más necesidad de centrales térmicas, con lo cual más emisiones de CO2. Total: esas centrales producen CO2 para nada, o más bien sólo para apoyar la errática energía eólica. Es obvio que este derroche para nada repercutirá en la factura de la luz.
EÓLICAS NO; REFORESTACIÓN SI
Con la instalación de parques eólicos en la Sierra, se perderá irremediablemente la riqueza del entorno natural.
Se necesita arrasar con el bulldozer 70ha para sólo una decena de eólicas; para llevarlas hay que abrir carreteras; para fijarlas, miles de toneladas de hormigón y hierros son necesarias; los transformadores eléctricos tienen hexacloro de azufre cuyo efecto invernadero es 22.000 veces más fuerte que el CO2; para llevar la electricidad, hay que montar el tendido eléctrico; las aspas de los molinos acabarán con las aves. Afecta a los suelos y a la vegetación, a las capas freáticas, a la calidad de las fuentes. Sin hablar de la contaminación acústica y visual, y de los riesgos de incendios.
Por lo que respecta a las aves podemos hacer un pequeño (y trágico) cálculo: según la evaluación moderada del biólogo Lekuona realizada para Navarra, el promedio anual de aves y murciélagos matados por un molino es de 20 ejemplares. Si lo proyectamos al caso de
Las eólicas es pan envenenado para hoy y hambre segura para mañana. De la misma manera que lo fue la repoblación forzada y desastrosa de árboles de crecimiento rápido (pino, eucalipto). ¿Cuánta riqueza económica en aquel entonces se nos prometió? Y al final ¿Qué precio hemos tenido que pagar? Monocultivos acidificando los suelos, propicios a los incendios devastadores, sujeción a las fluctuaciones del Mercado de la pasta de papel. ¿Otra vez nos dejaremos engañar por el señuelo económico?
En un país como España que sufre una tremenda deforestación y en el que gran parte de su territorio camina hacia la desertificación, es penoso ver que se prefiere plantar eólicas en lugar de recuperar el bosque autóctono. No se valora lo bastante la función básica del bosque en el mantenimiento de la biodiversidad, en el régimen de lluvias, en la protección de los suelos y calidad de las aguas.
¿Van a crear empleos en la Sierra los parques eólicos?
Primero, decir que si desde la Junta de Extremadura se exige tres empleos por megavatios, en los proyectos presentados por los promotores no aparece claro que tal condición laboral se respete o vaya a ser cumplida.
Desde la boca del consejero de Industria, Energía y Medio Ambiente, José Luis Navarro, se exige puestos de trabajo porque “la eólica es la que menos puestos de trabajo genera, casi nulos frente a 40 o 50 de una termosolar”, y porque la alteración del paisaje “tiene que ser compensada de una manera consistente con algo tan importante como el empleo”.
Pero, no se nos precisa cómo se van a crear empleos. ¿Con que varita mágica una industria que “menos puestos de trabajo genera, casi nulos” va a fomentar empleo en la Sierra? Es más: ¿Cuántos empleos la instalación de los parques eólicos va a eliminar – relacionados por ejemplo con el turismo (hostelería, bares, camping, etc.)?
El supuesto pragmatismo económico y social del cual se jactan tanto consejeros, ediles y consortes es del todo alucinante y poco creíble. La realidad es otra: la única riqueza fomentada por los parques eólicos se la llevarán los propios promotores, esto es, las multinacionales del sector (Unión FENOSA, IBERDROLA, etc.) que coparán las subvenciones y venderán la electricidad generada – además de enarbolar una cara verde.
Se nos promete que los proyectos aceptados asegurarán al menos durante cinco años, hasta cuatro empleos por megavatio, suponiendo que las empresas promotoras de los parques inviertan en la región. Pero ¿se trata de un acuerdo vinculante, sujeto a obligación? Y ¿se atreverán esas empresas animadas por el beneficio propio y a corto plazo, en plena recesión económica, a fomentar otras industrias sin posibilidad de copar subvenciones? Y si llegan a llevarse a cabo, ¿no son esas nuevas industrias anunciadas (cultivos energéticos, biomasa, fabricas de cartón…) otra vuelta de tuerca a la industrialización disparatada de Extremadura? ¿De verdad, vale la pena perder nuestro patrimonio natural, al destrozar el monte, y sin valorar cómo eso afectará a otras actividades, durante 30 años y más para generar empleos durante cinco años?
¿Se nos dirá por ejemplo las consecuencias sobre las poblaciones de parásitos (como la carpocapsa) que puede tener la desaparición de sus predadores que son pájaros y murciélagos? O ¿sólo habrá que lamentarse una vez el hecho consumado?
En realidad, detrás del argumento del empleo y del supuesto pragmatismo político se esconde un triste panorama social. ¿Quién no ve que el asistencialismo social propiciado por las instituciones (Junta, Mancomunidad) no es sino una forma encubierta de someter y acallar a la gente? ¿Quién irá a quejarse y llevar a cabo una labor crítica si come del PER, de los talleres de empleo, de los puestos de funcionarios? La iniciativa propia, la cooperación alternativa y la dignidad están por los suelos. El asistencialismo institucional ha fomentado la pasividad de la gente, y por tanto, un caciquismo de nuevo corte.
¿No nos servirá la experiencia de otros?
Dinamarca es el país pionero de la energía eólica. Aún con eso, ésta sólo representa el 15% de su electricidad. Sin embargo, no ha conseguido reducir sus emisiones de CO2 y el precio de la luz es el doble que en España. Actualmente, pese a las subvenciones públicas, nuevos proyectos eólicos se cancelan. ¿Por qué será?
Más cerca, en la región de Valencia, bastará con citar el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia: “la energía eólica ha sido una pantanada. Los molinos han acabado con el paisaje nacional, la energía eólica ha sido ineficiente, ha vivido con gran derroche de dinero y ha habido fraude. Por eso el Gobierno se replantea ahora cambiar el régimen de subvenciones. La energía eólica, esa sí que ha sido especulación.”
Y ¿qué pensar de los de Montanchez que rechazaron los parques eólicos? ¿Son tontos o más listos?
ENERGIA ¿PARA QUE?
Los combustibles fósiles han permitido a la especie humana poner en marcha sistemas muy complejos con escalas gigantescas. Su declive, ahora, desvela que la abundancia material no ha sido más que un espejismo. El deseo de perpetuar el desmesurado sistema industrial con energías renovables es una ilusión.
Sin embargo, frente a la crisis energética que se avecina, la sociedad industrial sólo responde en una huida hacia delante con más proyectos desarrollistas (superpuertos, tren de alta velocidad, autopistas, canteras, centrales térmicas y energías renovables). Extremadura sigue el paso de tan nefasta política desarrollista. Nosotros que la seguimos seremos sus víctimas y cómplices. Al menos que empecemos una verdadera reflexión sobre el uso social de la energía, revisando primero nuestras necesidades reales –esto es, nuestras formas de vida–, y segundo, reapropiándonos las condiciones de nuestras vidas (y sobre todo nuestra relación con la naturaleza), sin que medie el chantaje de los cantamañanas de toda índole: políticos, economistas, expertos diversos y ecologistas profesionales. No nos dejemos engañar por ellos. Sepamos nosotros mismos apreciar y defender este bien preciado en el que vivimos: la Sierra de Gata.